29 Dic CARTA A UN MAL AÑO
Soy libra, soy indecisa, para mi el vaso siempre está medio lleno y medio vacío. Mi indicador de que todo va mal, pero se puede poner mejor es escuchar The Climb de Miley Cyrus y aunque no sé cuántas veces lo hice este año también sé que no salió en mi Spotify Wrapped.
Tengo una lista de las veces que lloré en el 2024 en las notas de mi celular y también la creencia de que si me levantó a media noche con miedo, pero no abro los ojos y hay un fantasma no me va a poder hacer nada.
La primera vez que lloré este año fue el 5 de enero por un Tiktok y la última el 14 de diciembre en el carro de Daniela, porque así como cerraba los ojos para no ver muertos también cerraba la boca creyendo que lo que no decía no podía herirme.
Siempre pensé que el miedo había que vencerlo y creo que este año solo lo contemplé, le permití coexistir junto a mí y ninguno mató al otro. Nos desvelamos juntos, yo creía que lo hacía por verme un capítulo más de la telenovela de turno y en realidad era él que a las preocupaciones les dio un horario de 24/7 como si fueran un Farmatodo.
He pasado 27 noches de fin de año pidiéndole cosas a los próximos meses y las he tenido, he tenido tantas que por un momento no pude ver más allá de ellas, e incluso cuando ya se habían ido solo podía ver el vacío.
Ahora me gusta pensar que lo que se fue hizo más visibles aquellas cosas que sí importaban y también más fácil el camino para pedir ayuda porque aunque este año lloré mucho, aprendí que no tenía que hacerlo sola.
Entendí que no tenía que poder con todo a la vez y que nadie estaba esperando eso de mí. Le pedí ayuda a mis papás como una niña chiquita, dormí donde mi hermana Anita cuando me enfermé y donde Juana cuando no quería estar sola, con mi hermana Rori estudié todos los miércoles y se sintió como cuando éramos niñas y me enseñába a amarrarme los zapatos.
A Nadine le dije ¿Qué me tomo? cada vez que me sentía enferma y también me repetí A Corazón Abierto para entender su vida de residente, a Mav le pedí que me hiciera afirmaciones de las cosas que me daban ansiedad porque ella es el Chat Gpt humano de eso y con Antonia me quedé hablando hasta las 4 a.m. porque esa siempre ha sido nuestra terapia.
De Maribo esperé un consejo las 253 veces que me enamoré, las 168 que no sabía qué ponerme y recibí con amor el que me bautizara como Susano Ravioli, canté canciones de Morat con Dani mientras subíamos Palmas y escuché no sé cuántas veces a Mariú diciéndome que dejara de ser “enchimbada” (sí, así expresa el cariño ella).
Volví a Barcelona, mi home away from home eterno, ahí entendí que el lenguaje del amor de Carolina era hacerme arroz integral incluso aunque no lo sepa hacer, el de Manuela enviarme todos los Tiktoks que encuentra sobre lo feo que te parece el ex de tu amiga, el de Castro contarme chismes y que la mayor prueba de confianza para Mar era pedirme que me quedara con Mocca y Río.
Este no fue el año en el que resolví mi vida antes de los 30, pero sí el de parar por un momento y ver a quienes me abrazaban cuando me equivocaba en mis late 20s.
Por eso al año que viene no quiero pedirle nada, pero sí quiero darle todo. Quiero decir más veces la palabra gracias, no coger el celular apenas me levanto y sentirme tan presente como pueda, quiero recordarme siempre que mientras mis papás tengan salud lo tengo todo, reirme mucho y viajar tanto como pueda, por fin ser una escritora que escribe, sonreírle a tantos desconocidos como me sea posible, besar mucho aunque no siempre bese al mismo y pensar que Dios me ve y se muere de la risa.
Quiero, como dicen por ahí: “morir de amor y vivir de eso siempre”
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