20 Dic EL VERDADERO AMOR SON LAS AMIGAS
Cuando estaba en el colegio mi abuelo enfermó, fuimos a la clínica, mi mamá me mandó por algo al carro y en ese recorrido me quedé parada en la mitad de la calle pensando qué hacer: llamé a Nadine.
Creo que fue la primera vez que tuve consciencia de que tenía una mejor amiga. Ella estuvo ahí y aún está, incluso después de 6 años viviendo en ciudades y hasta países diferentes.
Tal vez por eso siempre he pensado que tengo más suerte que los demás. He tenido demasiado amor del bueno, de ese que te tiene el pelo o te baña cuando estás borracha y muy vomitada (como lo hizo Maria del Mar una vez) o del que te escucha llorando por los 299329293 errores que crees que son el amor de tu vida y te da un consejo sabio, aunque sabe que sabe no lo vas a seguir (como lo hace Manu).
No tengo conversación alguna en la que no diga “es que justo de eso hablaba con mi amiga ________” la semana pasada, porque aunque viajar, leer y todas esas babosadas nos hacen crecer, no conozco personas más sabias que ellas.
Ellas son el lugar al que volvemos después de la tusa o del guayabo, quienes nos hacen terapia cantando en el carro, escuchan nuestras 92309292 notas de voz del mismo tema y además nos mandan memes.
Crecemos cuando entendemos que nuestras amigas no están para decirnos lo que queremos escuchar, sino para regañarnos a ratos y enseñarnos a reírnos de nuestros errores (obviamente ellas se burlan primero; el gusto por la desgracia personal es uno adquirido). Nosotras las escogemos y ellas deciden quedarse para crecer a nuestro lado con todo lo que eso implica, porque “tal vez los hombres solo son para divertirse y nuestras amigas son nuestras almas gemelas”, como lo dijo Carrie en Sex and The City.
No importa si es como Tati a quien conocí en Barcelona sola y con miedo de que fuera un catfish, si es una empanada-date como el día en que me presentaron a Anto o si hablamos cada 6 meses como me pasa con Juli: siempre hay algo que me cambia en cualquier conversación con ellas, así sea en un hueco de la universidad o en un atardecer frente al mar después de la cuarentena, como cuando Dani y yo nos fuimos en un viaje improvisado.
En la biblia de la amistad hay de todo. Está el hijo pródigo que vuelve a casa como las amigas que se pierden cuando están con novio y aparecen llamándolo ex; la que siempre te dice “hágale, qué hijueputas”; la que contesta whatsapp cada 100 años o también esa desconocida que solo viste una vez en el baño de una discoteca, porque para ser un buen amigo solo se necesita ser una buena persona.
Por ejemplo a mi Nati me acogió de la nada y me aguantó entusada en su primer mes en España, y junto Karen volví las botellas de vino en tamaño personal. Hay cosas que se saben por instinto y hay gente junto a la que vas desde el principio, porque al final todo son historias de amor que son personificadas en los amigos.
Samantha tenía razón en la nota que me dio al cumplir 24. “Ya no tenemos 16, pero sigo creyendo que el amor es lo más importante. Solo que ahora puedo ver cuál es el que salva: el de las amigas como usted”.
Es cierto: el verdadero amor son las amigas.
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